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El amor es un fenómeno de índole peculiar, un artefacto, un cuerpo extraño enclavado entre los cuerpos, unido de forma inseparable a ellos, pero inaprensible e ilocalizable. Los amantes pueden tocarse, pero aquello que tocan no basta para amar. Potencia desconocida que nubla la visión, enturbia la mirada y recorre la tibieza de la piel en un lapso de tiempo impensable, mientras extiende a su paso el rubor, una ola cálida, rojiza, en medio de temblores, situación límite propensa al desvanecimiento, a la pérdida de sí. Quien no ama no tiene ni conoce cuerpo(s).

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La paradoja de la teoría corpuscular es la siguiente: no poder ser cuerpo(s) es imprescindible para ser. Imposible necesario del CUERPO respecto a la CABEZA que se basa en un desconocimiento mutuo, un alejamiento progresivo, a modo de membrana elástica sometida a tensión, recorrida por intensidades que aumentan según el gradiente de diferencia, cabeza clavada en una pica a las puertas de la ciudad.