VII

El diseño de los espacios se adapta con mucha dificultad a los usos y necesidades del cuerpo; el trazado de las líneas maestras, la construcción de las edificaciones y la división de las plantas en áreas geométricas predeterminadas no tiene en cuenta la vida como elemento final del medio artificial creado. La habitabilidad, el ordenamiento del tiempo y el espacio según modelos abstractos, bajo exigencias económicas y de dirección de la conducta, es contraria a la cohabitación del constructor viviente y lo construido inanimado. La arquitectura trabaja de espaldas al tiempo de los cuerpos, al espacio plástico y variable de la materia orgánica, ya sea en las viviendas, los establecimientos comerciales o las grandes superficies. Pero el cuerpo tiene sus propias formas de ganar la partida al espacio no deseado. Una chica queda con un grupo de amigos para ir a comer a una hamburguesería; a continuación, van a los probadores de una conocida tienda de ropa a practicar sexo en grupo, mientras algunos de ellos lo graban con móviles. El remate del día es saltar las taquillas giratorias del metro para entrar sin pagar. El uso, en todos estos casos, desborda las previsiones y la finalidad proyectada, va más allá del proyecto y con ello se acerca a la vida, al ejercicio del cuerpo como esfera de libertad, creación y placer. 

VI

La mente, el cuerpo y el mundo alcanzan durante una caída accidental, no premeditada, y tanto más cuanto mayor la altura, una especie de fusión, una armonía discordante, dislocada, difícil de lograr por otros medios. Los límites entre el objeto y el sujeto se desvanecen, la división se abole, caen los muros de la conciencia disueltos en una nube de percepciones heterogéneas, torbellino de sonidos, imágenes, olores y materia desmenuzada. Todo sucede tan rápido, a una velocidad tan elevada, más allá del umbral de reacción, que, a pesar de los desgarros de la piel, de las contusiones, casi no se percibe la sensación del dolor. La gravedad invita al abandono, a caer y dejarse caer, a modo de episodio de vértigo provocado donde todo gira y no para de dar vueltas, pérdida radical de la verticalidad y el sentido de la orientación. El accidente afortunado se revela una forma extrema de experimentación y exploración del espacio, escenario con sombras de muerte, plagado de riesgos mortales.