XX

La inhalación accidental de vapores de amoníaco, unida a un estado de hipotensión, provoca una extraña alucinación visual, asimétrica, sólo perceptible con claridad frente al espejo. Al mirar la propia imagen, se observa una aureola palpitante, una línea en zig zag en blanco y negro que recorre un lado de la cara, de arriba abajo, y a la inversa, chisporroteando por los extremos. El rostro, un lado del rostro, se desfigura, se borra como una pintura bajo los efectos de un disolvente. El espejo permite al perceptor asistir a su propia descomposición visual, a su borradura, esquizofrenia del ojo que contempla una parte de su cuerpo íntegra y la otra desapareciendo en una materia líquida, luminosa, aurora del nacimiento de otra vida en un cuerpo que no nos pertenece. A medida que pasa el tiempo, el efecto es menos acusado, la percepción intenta reconstruir el modelo original, hasta que la imagen del cuerpo vuelve a estar completa. La ficción de la unidad recupera el poder, regresa para reclamar sus derechos. El cuadro queda terminado.